Los tradicionales sistemas basados en el soplado de aire o vapor atacan los depositos de cenizas que se forman en superficies de intercambio de calor. Su alcance está limitado a todas aquellas zonas donde ningún otro elemento obstaculice la trayectoria del aire comprimido o vapor. Dada la naturaleza del sonido, los pulsos sónicos emitidos por los sistemas acústicos disfrutan de un alto índice de reflexión que porta le energía mecánica necesaria para destruir los depositos, a todos y cada uno de los puntos de un recinto cerrado. La alta presión y velocidad de los sopladores acústicos de vapor erosionan y dañan las superficies adyacentes causando averías que requieren reparación o sustitución.
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